Marcos 4, 35-41



Señor, esta semana ha muerto el abuelito de Érika, después de aguantar en casa muchas semanas de delirios, dolores y -estoy seguro- preguntas que nadie podía responder satisfactoriamente, sobre cómo sería la vida sin él y sobre qué sería de él mismo después de la muerte. Señor, estamos en un mundo más parecido a una tormenta en alta mar que a una verde pradera y sin embargo rara vez acudimos a ti a pedirte ayuda. A menudo damos por sentado que cualquiera que pudiese estar por encima de estas terribles circunstancias nunca se le ocurriría estar también en medio sufriéndola. A menudo te imaginamos lejos de ella, disfrutando de todo aquello que nosotros no podemos disfrutar por no tener tus poderes y no tener tú nuestras debilidades. Hoy Señor quiero verme a mi mismo como se vieron aquellos discípulos tuyos en la barca, a punto de hundirse por la tormenta, clamando a tu hijo -que estaba allí con ellos- como a alguien que sí compartía su dolor y podía compadecerse de ellos. Ven Señor, ven pronto, te lo pido en el nombre de ese tu hijo, Jesús. Amen.

Comentarios

Entradas populares de este blog

buscar lo sublime

Deseos

mi fortaleza y mi refugio