entregalos por despojo
"Oye, oh Dios nuestro, que somos objeto de menosprecio, y vuelve el oprobio de ellos sobre su cabeza, y entregalos por despojo en la tierra de su cautiverio. No cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se airaron contra los que edificaban." Nehemías 4, 4-5
Señor, como aquellas familias que estaban con Nehemías sufriendo el acoso de sus enemigos, también nosotros hoy nos enfrentamos al mal. Nos enfrentamos con valentía a pesar de que a menudo a nuestros enemigos le pueda dar la impresión que el resultado es patético. Lo hacemos sin recursos quizás. Sin recursos materiales o técnicos no precisamente porque tu no hayas tenido cuidado de nosotros sino precisamente por que lo has tenido: porque no has dejado el pecado sin castigo, ni a lo malo has llamado bueno. Empobrecidos hasta el punto de que podemos reconocer sin lugar a dudas que sólo tú tienes cuidado de nosotros. "Me libró de mi poderoso enemigo, y de los que me aborrecían; pues eran más fuertes que yo" -decía el salmista. ¿No era acaso cierto que aquellos pocos que levantaban los muros de la debastada ciudad no eran sino "débiles judíos" y los otros experimentados guerreros? Pero te tenían a tí por Dios. Por eso, porque tu ahora sí eras Dios de ellos, lo primero que hacían ante las dificultades siempre era orar a ti. Orar a ti para que fueses tú quien cubriese su debilidad. Señor, reconozco mi debilidad, mi Dios, sabes quienes son mis enemigos y cómo huyen ante tí, ante el Señor grande y temible al que han invocado tus hijos desde el principio de los tiempos. A tí te invocamos hoy, Padre, seguros de que nuestras armas, pobres para ellos, serán en ti más que suficientes para vencerles.
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